Os invito a hacer una reflexión acerca de la fiesta de Todos los Santos, de su importancia en el mundo católico y de su trascendencia para todos nosotros.
Desde hace algunos años y cada vez con más fuerza se ha
instalado en nuestra sociedad la costumbre de celebrar Halloween, que es todo
lo opuesto a la luz que la tradición católica ofrece. Es abrirse al mundo de la
brujería y del maligno. Para los satanistas, ocultistas y adoradores del
diablo, es la víspera del año nuevo de la brujería.
Es un intento más por alejar a los jóvenes de la luz y de la
fe para, bajo pretexto de pura diversión o de simple disfraz, llevarlos por
caminos de tinieblas y sombras de muerte. ¡Qué lejos de la luz de la
Resurrección del Señor!
Os invito a enseñar a vuestras hijas a vivir contracorriente. A que habléis con ellas sobre las fiestas que se celebren por ese motivo, a que les hagáis ver que esa no es nuestra visión de la vida como creyentes cristianos, que no es una fiesta inocente o puramente comercial como quieren hacernos ver. Que detrás de ello subyacen ideas como las siguientes:
· Se puede hacer daño a las propiedades ajenas (rayar paredes, romper huevos en las puertas…). Esa idea es contraria a la educación que se les da a las niñas, enseñándoles a respetar a los demás.
· Promover entre los pequeños, a través del uso de disfraces, la conciencia del mal y del demonio. Si ahora las aceptamos, ¿cómo hacerles ver después el mal que se esconde detrás de la “Ouija” o la visita a brujos o médiums, todos ellos contrarios a la fe y a la vida cristiana?
· Contraponer el mal y el ocultismo a la fe y a los valores del Evangelio (paz, amor, bondad, lealtad…)
En estos tiempos de crisis de valores e increencia, pongamos
nuestro granito de arena como creyentes católicos e intentemos reintegrarle a
la sociedad el carácter cristiano que ha ido perdiendo. Es nuestro compromiso
como bautizados. No hemos de permitir que de manera imperceptible nuestras
niñas y nuestras jóvenes caigan en el relativismo, el materialismo y el
paganismo práctico; que la comercialización y las fuerzas contrarias a nuestra
fe pongan en riesgo su vida espiritual.