domingo, 23 de enero de 2011

Guadalba con Juan Pablo II en su beatificación


Con ocasión de la próxima beatificación de Juan Pablo II, que tendrá lugar el próximo 1 de mayo, recordamos este artículo de don Enrique Monasterio, sacerdote. Lo escribió frente a la tele, mientras veía en las noticias que había fallecido el Papa.

“Hace una hora se nos ha muerto Juan Pablo II. Mientras escribo, oigo el tañido de una campana de la Basílica de San Pedro en el Vaticano que, gracias a la radio y a la televisión, llega a todos los rincones de la Tierra.

Esa campana anuncia que el Papa ha dejado de sufrir, que nuestro amigo del alma ha recuperado la sonrisa que nos desarmó desde su primera aparición en 1978; que vuelve a brillar en sus ojos la chispa cómplice de los primeros años; que su voz es otra vez la de entonces: el vozarrón que cantó O sole mio acompañado por un coro de doscientos mil napolitanos y la que retumbó en la Plaza de San Pedro, al comienzo de su pontificado, ante jefes de Estado y presidentes de gobierno de todo el mundo:

—¡No tengáis miedo! —les dijo—, ¡abrid de par en par las puertas a Cristo!
El Papa en su penúltimo libro lanza otro grito, el mismo que Jesús dirigió a los apóstoles que dormitaban en el Huerto de los Olivos:
—¡Levantaos, vamos!

Había una cierta ironía bienhumorada en ese título: mientras animaba a los cristianos a caminar sin miedo hacia la cruz, aludía a su propia incapacidad para ponerse en pie. Hoy, sin embargo, la campana proclama que Juan Pablo II se ha levantado ya de la silla de ruedas; que está dispuesto a caminar con nosotros, para seguir viajando por el mundo. Regresará a los países en los que estuvo durante los últimos años y también a los que no pudo visitar porque no le dejaron. Llegará por el Cielo, como siempre. Y, de rodillas besará la tierra en cada aeropuerto, y abrazará a los niños, hablará con las autoridades, cantará con los jóvenes, predicará en cien lenguas y entrará, delicadamente, pidiendo permiso, en el corazón de los que quieran recibirle.

Esa campana dice además que el Papa ya no tomará el avión de vuelta a Roma. Esta vez se queda en cada uno de los pueblos de los cinco continentes. También en la vieja y decrépita Europa, tan amada por él, aunque en los últimos años adopte ademanes de adolescente insurrecta y parezca rebelarse contra sus padres e ignorar las raíces que la hicieron fecunda.

Todo esto, lo sabéis muy bien, no es una forma de hablar, una consideración vagamente “espiritual” en ese sentido ilusorio con el que algunos se refieren al espíritu humano. Juan Pablo II no vivirá “en nuestro recuerdo”, porque en los recuerdos no se vive: allí se embalsaman los afectos y, por muy intensos que sean, acaban por diluirse en pocos años.

El Papa está realmente en el corazón de millones de hombres y mujeres de todo el mundo. ¿Es que somos capaces de imaginarlo lejos de aquí? Está con Dios, por supuesto, y precisamente por eso está también donde siempre ha querido estar, con los suyos. No ha habido un Papa más universal ni más cercano.

La campana sigue sonando. La televisión ha dejado su tañido como música de fondo para esta noche. Ahora una voz femenina explica que las campanas tienen nombre y ésta se llama Sant’Andrea, y se reserva para los días más solemnes.

Ya comprendo que no es momento de sugerir cambios; pero en esta hora, cuando los columnistas se sientan frente al ordenador tratando de encontrar con urgencia una frase, unas palabras que expresen el dolor y al mismo tiempo lo contengan para que no se desborde, a mí sólo se me ocurre que habría que cambiar de nombre a esa campana. La llamaría “Juan Pablo II”. Y es que desde hace una hora se me ha metido en la cabeza la letra de aquella sevillana que cantaron al Papa en su primer viaje a España y que él mismo solía corear con los chicos del Univ en las convivencias de Semana Santa:

“No te vayas todavía,/ no te vayas, por favor,/ no te vayas todavía /porque la guitarra mía/ llora cuando dice adiós”.

Pero no es la guitarra la que llora. Es la campana, que se me ha puesto flamenca y sigue el ritmo de la copla. Y hasta me parece oír la voz del Papa que nos tranquiliza:

—No os preocupéis; estoy aquí y seguiré siempre con vosotros.”

Desde Guadalba queremos acompañar a Juan Pablo II en su beatificación. Por eso, vamos a unirnos a la peregrinación para asistir a este gran acontecimiento de la Iglesia. Haremos el viaje en autobús, la salida será el sábado día 30 de abril a las 6.00 y estaremos de vuelta el día lunes día 2 de mayo a las 20.00. El precio es de 160€ por persona. Para más información, contactad con África Aragón: africa_aragon@hotmail.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Corrección1: EL precio baja a 130.
Corrección2: Celebraremos la Santa Misa a las 12 de la noche del día 30 de abril y nos vamos en cuanto acabe, a las 00:45 para llegar sobre las 6 de la mañana del día 1 de Mayo a Roma. No salimos a las 06:00 como dijimos al principio.
¡Aún hay plazas pero no muchas!
¿Te animas?
Un beso.
Africa.